INTRODUCCION
Como
parte de la vida, en su etapa final aparece la muerte.
Puede ocurrir a cualquier edad, de forma súbita o después
de una larga enfermedad. A pesar de saber que somos
mortales, el fallecimiento de un ser querido resulta
un acontecimiento terrible, muy difícil de aceptar.
La ruptura del vínculo, tan fuerte e importante, produce
mucho sufrimiento y pone en cuestión los fundamentos
del ser y existir humanos, afectando de manera importante
a las relaciones familiares y sociales más básicas.
El
miedo a la muerte, es un miedo universal, compartido
por las diferentes culturas y religiones, que han elaborado
ritos y grados de negación diferentes. La muerte es
especialmente difícil de entender en nuestra sociedad
urbana y consumista, que fomenta la Ilusión de que vamos
a vivir muchos años y lleva a la negación de su realidad.
Las
generaciones anteriores vivían en un mundo rural donde
la muerte de las personas y de los animales se vivía
como algo natural. Se moría en casa y desde niño, se
aprendían patrones de conducta, al observar cómo se
comportaban los otros en estas situaciones. Las convicciones
religiosas profundas, los rituales y las ceremonias
ayudaban a dar un sentido a la muerte. Los familiares,
amigos y vecinos prestaban el necesario consuelo y apoyo
al doliente.
Hoy, sin embargo, la mayoría de los fallecimientos se
producen en los Hospitales y son los profesionales de
la salud que han estado en contacto con el paciente
y su familia, los primeros que informan y pueden ayudar
puesto que la muerte, desencadena en los familiares
respuestas de tipo emocional, físico y psíquico muy
fuertes.
Un
profesional que quiera ayudar a la persona en duelo,
necesita:
* Conocer el proceso que sigue el doliente
* Tener experiencias vitales de contacto con el sufrimiento
humano
* Desear consolar
* Haber reflexionado sobre su propia muerte.
CONSIDERACIONES
SOBRE EL DUELO
DEFINICION:
El
duelo (del latín dolus, dolor), es la respuesta a una
pérdida o separación. Es una respuesta normal y natural;
quizá no sería natural la ausencia de respuesta. Es
una respuesta a cualquier tipo de pérdida, no sólo a
la muerte de una persona. Es algo personal y único y
cada persona lo experimenta a su modo y manera, sin
embargo produce reacciones humanas comunes.
El
duelo es una experiencia global, que afecta a la persona
en su totalidad: en sus aspectos psicológicos, emotivos,
mentales, sociales, físicos y espirituales. Es un proceso
durante el cual se atraviesan diferentes etapas, un
trabajo que debe realizar el doliente. El duelo elaborado
de manera natural, necesita siempre ayuda para soportar
el sufrimiento.
El
duelo es, asimismo, una experiencia ambivalente: se
presenta como posibilidad y riesgo:
- Posibilidad
de maduración, que hace que el ser humano emerja del
proceso como persona diferente: consigue, de manera
consciente o inconsciente, deshacer los lazos que
le unían al ser querido, adaptarse a la pérdida y
volver a vivir de manera sana en un mundo en el que
ese ser querido nunca más estará. Sale fortalecido
psíquica y espiritualmente.
- Riesgo
de cronificación (volverse crónico), al hacer un duelo
incompleto o mal elaborado, que requerirá tratamiento
psiquiátrico o psicológico al cabo de 3-4 años.
EL
DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA
Una
pérdida origina dolor. La experiencia de pérdida es
parte de la experiencia humana y a lo largo de la vida
sufrimos a menudo pérdidas. El sentido y la extensión
de la pérdida es percibida de modo diferente por cada
persona. La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas
para el que las experimenta: la muerte de un ser querido,
la pérdida de bienes materiales.
Sin
embargo otras pérdidas se reconocen más difícilmente.
No derivan en principio de hechos desagradables: las
pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios
de situación; el nacimiento de un hijo, pérdida de independencia
y libertad -el traslado de casa, de ciudad. Todo cambio,
positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad
de hacer un duelo.
Además,
toda pérdida principal viene acompañada de pérdidas
secundarias y toda pérdida física de otras simbólicas
: La muerte del ser querido es una pérdida principal.
Puede generar en el doliente, dependiendo del rol que
haya jugado en su vida, pérdida de status, de lugar
de residencia, de amistades, de relación con otros miembros
de la familia, de entorno social. Estas pérdidas secundarias,
no siempre se identifican como tales y pueden causar
problemas al originar reacciones que no se entienden
y que hacen sufrir. Una
pérdida física, pérdida tangible que puede tocarse y
verse,- la pérdida del marido, el robo del coche, el
incendio de la casa- conlleva pérdidas simbólicas abstractas
de naturaleza psico social.
Una
enfermedad grave, origina, además de la pérdida de la
salud, pérdida de la autonomía, de las funciones corporales,
de la identidad, la intimidad, los contactos sociales,
la autoestima y la movilidad. Y también la pérdida de
esperanzas, sueños y expectativas.
La
muerte de un ser querido es una pérdida que se diferencia
de otras por dos características:
- La
intensidad de los sentimientos
- La
irreversibilidad y -el para siempre- de la muerte.
EL
DUELO COMO PROCESO
Todo
duelo es un proceso natural en el que el doliente atraviesa
una serie de fases, aunque no necesariamente toda persona
en duelo debe pasar por todas ellas ni seguir una determinada
secuencia. En el tiempo, podemos distinguir el duelo
inmediato, que se inicia casi siempre en los Servicios
de Urgencia y UCI de los hospitales y el duelo mediato,
a medio y largo plazo.
Desde
el punto de vista de ayuda profesional nos interesa
el duelo inmediato. El comportamiento y manifestaciones
de esa persona, indicará lo que le ocurre por dentro,
en su mundo íntimo y así se le podrá interpretar y comprender.
La forma de iniciar el proceso de duelo es de la máxima
importancia.
LAS
FASES DEL DUELO
Se
describe a continuación más detalladamente, un proceso
normal de duelo según Bob Wright
FASE
I
Shock,
insensibilidad, estupefacción
Nada
parece real al doliente. Está como en trance. La gente
le habla y no responde: se siente espectador. No puede
concentrarse ni tiene energía; está aturdido, paralizado
y los sentimientos como dormidos, anestesiados. Su comportamiento
podría interpretarse a veces como de serenidad, pero
el doliente se desmorona en cuanto se da cuenta de la
realidad.
Esta
situación responde a un mecanismo de protección ante
la amenaza de un dolor psíquico y confusión intolerables.
Es un escape natural y temporal, que amortigua el impacto
inmediato y ayuda a ir asimilando la terrible realidad.
Pues aún cuando haya una aceptación intelectual de la
pérdida, el proceso emocional es muy lento y puede durar
días o meses.
Negación,
incredulidad
"No es a mí"; "ha habido un error"; "estoy soñando".
El doliente habla en tiempo presente del fallecido.
No renuncia a la esperanza de que va a volver. "No ha
ocurrido nada". Los profesionales deben evitar en esta
fase los eufemismos, evasiones y fantasías.
Pánico
El
doliente sólo puede pensar en la pérdida y está paralizado
por el miedo: miedo a perder los nervios y el control,
a no poder concentrarse , a volverse loco, a lo desconocido,
al futuro. ¿Qué me va a ocurrir? El doliente está emocionalmente
desorganizado; se siente solo, triste, vacío, confuso,
desamparado y desesperado, postrado y lleno de desolación.
La idea de suicidio no es infrecuente. Este pánico es
normal y hay que decírselo.
Sentimientos
y emociones en esta etapa:
El
dolor, emoción humana básica absolutamente normal, aún
siendo universal, es extremadamente personal. Nunca
se hacen dos duelos iguales. Cada persona llora la muerte
de su ser querido de un modo diferente. En estos primeros
momentos, el dolor es aterrador e irregular y se expresa
a través de una gama extensa de sentimientos, con reacciones
muy variadas y a menudo contradictorias.
Son
frecuentes los sentimientos de "oportunidad perdida"
en esta relación. También los de inseguridad: no sabe
uno dónde está; la tierra que pisa ya no es firme. Como
se ha apuntado, aparecen a menudo sentimientos de desesperación
(e incluso la idea de suicidio). Distraen del enojo,
resentimiento, cólera que siente el doliente hacia las
personas, el muerto, el médico o el sistema de salud
y del sentimiento de culpabilidad por esas reacciones.
La
desolación y el llanto son muy frecuentes en un primer
momento; éste es precisamente el tiempo en que el doliente
debe afligirse y suprimir o ignorar las reacciones de
dolor puede retrasar o alterar el duelo. Por el contrario,
las emociones que se sienten, al ser expresadas, ayudan
a emerger frustraciones. Hablar del muerto y llorar,
alivia y hace que se compartan sentimientos con otros.
El identificar estas emociones: "estoy triste","estoy
furioso" "estoy dolido ", desahoga y sirven de cauce
para que las penas fluyan.
Las
formas de respuesta a la aflicción pueden manifestarse
por: Diferentes sensaciones físicas: náuseas, vértigo,
palpitaciones, opresión en la boca del estómago, en
el pecho, vacío en el estómago, sequedad de boca, ahogo,
hipersensibilidad al ruido, fatiga, dolores de cabeza,
de espalda. Aquellos que bloquean la percepción. Como
"desmayos" o "desfallecimientos", estados crepusculares,
o bloqueos pseudo catatónicos (inmóvil, rígido y sin
respuestas). Aquellos que alteran la motricidad: parálisis
de partes del cuerpo, inhibición de movimientos, automatismos
motores regresivos (balanceo) o repetitivos sin sentido,
suspiros interminables Esta fase puede durar horas,
días o semanas.
FASE
II
El
sentido de culpa
Relacionado con la pérdida aparece como fenómeno de
autocastigo y autorrecriminación: cosas que no hizo,
no dijo o actuaciones que hicieron daño a esa persona
amada:" Si al menos hubiera llamado antes al médico,
le hubiera tratado más cariñosamente, le hubiera cuidado
más, hubiera tenido más paciencia, le hubiera expresado
cariño con más frecuencia."
Hay
sentimientos de pérdida de "la vida no vivida". Antes
de la muerte siempre existe la esperanza de que las
cosas pueden cambiar. La muerte hace examinar la vida:
los propios fallos, errores, injusticias, lo que se
ha hecho o dejado de hacer. En el caso de un hijo o
de un cónyuge este sentimiento puede revestir gran intensidad.
El sentido de culpa sin resolver y las emociones mal
interpretadas pueden llevar al doliente a sentirse mal
durante años o a manifestarlo a través de síntomas físicos.
Puesto que el pasado no puede cambiarse, hay que aceptarlo
e integrarlo en la propia vida; el aceptar la culpa
es una forma de integración.
Cólera
El doliente está furioso; lleno de ira, rabia y resentimiento.
¿Por qué no se ha muerto mi vecino que es un sinvergüenza?
Enojo
Contra el hospital, contra los médicos y enfermeras,
con los que te rodean-.qué se han creído, hablan de
mi futuro y no hay futuro para mí.. Indignación con
el propio ser querido, "que se ha ido" que "está descansando".Rabia,
contra
uno mismo y contra los demás.
Depresión
y abandono
Prima el sentimiento de desolación. "Nadie ha sufrido
un duelo como el suyo". La depresión aparece en esta
etapa como un fenómeno normal y sano. Es una necesidad
psicológica, un camino lento y tortuoso para llegar
a aceptar la pérdida y forma parte del proceso de decir
"adiós" al ser querido. Disminuye de manera importante
la autoestima:"no me importa el aspecto", "no valgo
la pena", no puedo ser merecedor del afecto de otros"
.
Sentimientos
y emociones en la fase II
El
resentimiento disminuye el sufrimiento y la cólera.
Está mejorando puesto que puede expresar sentimientos
muy fuertes de los que no se creía capaz. Estos sentimientos
son normales en las personase deben aceptarse, pero
a menudo procuramos sublimarlos. Es una fase normal
en el proceso del duelo e inicia la salida de la depresión.
Comportamientos:
alteraciones del apetito, insomnio, miedo a enfermar,
aislamiento social, evitar lo que recuerda al difunto
o por el contrario llevar objetos del fallecido o atesorar
objetos que le pertenecían, visitar los lugares que
se frecuentaron juntos. Se dan a menudo síntomas físicos
de enfermedad originados por el dolor, la angustia y
el stress, que a su vez provocan una depresión del sistema
inmunológico; el doliente se vuelve físicamente más
vulnerable. Los problemas de salud a lo largo del proceso,
pueden indicar fijaciones por problemas emocionales
mal resueltos. El entender la causa de todos estos "síntomas"
puede ayudar a trabajar la pérdida. Esta fase puede
durar desde semanas a meses.
FASE
III
Resistencia
a volver a la vida habitual.
El doliente se siente sin fuerzas, débil e incapaz de
afrontar nuevas situaciones y decisiones. Piensa que
los que le rodean no tienen ni idea de la magnitud de
la pérdida, terrible y muy especial. No se duele delante
de cualquiera, su duelo es un asunto privado. Le hablan
de otras cosas ignorando su pena. Todos han olvidado
lo ocurrido, pero "alguien tiene que recordarlo".Quiere
tomarse su tiempo para hacer el duelo, se resiste a
darlo por acabado. En realidad se produce una "conspiración
del silencio" y no se menciona al difunto para no provocar
la aflicción del doliente. Algo importante que pueden
realizar los familiares y amigos es el ayudar a conservar
la memoria del difunto. El doliente debería abrirse
a nuevas relaciones e iniciar algo diferente. Pero no
le apetece y le cuesta, lo cual es muy normal.
FASE
IV
Afirmación
de la realidad y recuperación.
Gradualmente se va abriendo paso la esperanza. Las nubes
se van despejando. Se alternan temporadas buenas con
los baches, que casi siempre coinciden con fechas clave,
aniversarios y fiestas significativas. Se recupera el
sentido de sí mismo que pasa por aceptar la pérdida:
mi hijo ha muerto. Se afronta la dura realidad. En muchos
casos, el doliente prefiere trabajar por sí mismo su
dolor; aunque siempre necesita la calidez, la ayuda
y el afecto de los que le rodean, para motivarle a buscar
otras relaciones, trabajos o hobbies que den un nuevo
sentido a la vida. Otras veces requiere ayuda más profesionalizada.
Reconocer
el dolor e intentar vivirlo, es expresión de salud mental.
En el dolor no hay atajos, no se puede huir de él, hay
que atravesarlo. Repasar los recuerdos agradables y
desagradables, también alivia. Todos los estudiosos
del duelo están de acuerdo en afirmar que un duelo se
resuelve mejor si se cuenta con soporte emocional y
social adecuados, ya que el doliente aprende que no
tiene que afrontar el presente y el futuro solo: cuenta
con familiares y amigos que le ayudan a temer menos
al mundo real. La experiencia - durísima - de un duelo,
da la oportunidad de ayudar a otros cuando sufren trances
similares.
EL
DUELO COMO TRABAJO - 2a. PARTE
Marzo
2001
Adaptado
de "El Duelo" Donación y Transplante de Órganos
Natalia
Jaramillo - Enfermera Licenciada, U.J.
Editora Contusalud.com
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